Es uno de los consejos más populares y conocidos.
Lamentablemente también es uno de los peores consejos que se les da a los recién casados.
Muchos problemas o discusiones no se solucionan fácilmente en 30 minutos.
Lo más común es que haya bastante emoción y dolor de por medio.
Cuando hay dolor es muy difícil que haya apertura, que se escuchen o que puedan razonar bien y haya auto observación.
Este mal consejo provoca que las parejas sientan que tienen que solucionarlo en ese momento.
Muchas veces es el peor momento emocionalmente para hacerlo.
Discutir mientras la emoción está a flor de piel hace que el problema crezca o todo sea más dramático.
La pareja acaba peleando hasta la madrugada, tal vez sin solucionar la raíz del problema y al día siguiente están agotados emocionalmente.
Tienen que ir a trabajar y ahora sin dormir están más sensibles a cualquier comentario.
Abordar los problemas así pone mucha tensión en la relación y fragmenta la relación.
"Ganar" una discusión no significa nada si acabas alejando a la persona que te importa...
Incluso si ganas, igual pierdes.
Discutir un problema requiere que estemos tranquilos, que no actuemos desde la emoción y podamos estar abiertos a escuchar y reconocer.
Lo mejor que podemos hacer es pedir tiempo para calmarnos.
Acordar un alto al fuego por salud y acordar en retomar cuando ambos estén calmados.
Podemos decir cosas como:
“Quiero solucionarlo y te quiero. Solamente necesito tiempo para calmarme”.
Pueden hacer alguna rutina que los calme, escribir todo lo que sienten y piensan, se van a dormir sin emoción y en la mañana pueden hablar con ojos y mente nueva.
Ayuda mucho aprender a soltar la discusión cuando hay emoción y solo se repite lo mismo una y otra vez.
Después de una buena noche de sueño, el desacuerdo puede seguir ahí, pero la emoción ya no.
Así se logra una discusión racional donde se llegan a acuerdos.
¿Quieres crear nuevamente un ambiente de entendimiento y conexión?