Prácticamente todo lo que aprendemos sobre la sexualidad, está mal.
Crecemos creyendo que el deseo sexual es un impulso o una chispa espontánea.
Y creemos que ese deseo espontáneo se tiene que mantener durante los años.
Por esta creencia, hay muchos consejos sobre cómo mantener la chispa encendida.
Pero en realidad nos tenemos que olvidar de la chispa.
Al carajo la chispa. No podemos depender de ella para tener buena sexualidad.
La mayoría de las personas ven el deseo sexual solamente como un deseo espontáneo.
Vemos a alguien que nos atrae y automáticamente surge ese deseo.
Es natural y sano sentir el deseo espontáneo, pero no es el único tipo de deseo.
También existe el deseo responsivo.
Es un deseo que emerge en respuesta al placer.
Es un tipo de deseo que se cultiva.
No es que entre las parejas exista un problema de deseo.
Es normal que el deseo espontáneo se vaya, porque el enamoramiento desaparece con el tiempo y porque la pareja ya es una persona muy familiar.
El verdadero problema es que no se cultiva el deseo responsivo.
El deseo responsivo no se da en automático.
Se tiene que cultivar con el ambiente correcto y al estar en estados emocionales de paz y placer.
La sexualidad es mucho más un proceso del cerebro que de los genitales.
Cuando la gente tiene problemas con su sexualidad (placer, deseo, excitación etc…), no es porque no hay estímulos, más bien porque hay muchos aspectos que inhiben el deseo.
Puede ser por estrés, por falta de confianza, por trauma o por problemas acumulados en la relación.
El deseo sexual es un proceso dual. Son dos caminos simultáneos.
Se tienen que encender los estímulos y se tienen que apagar los inhibidores.
En otras palabras, las circunstancias externas y las circunstancias internas tienen que ser las correctas.
Las parejas que sostienen buena sexualidad, es porque son capaces de co-crear ese ambiente externo y mental de placer.
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