La buscamos en todas partes: en el éxito laboral, en relaciones, en posesiones materiales, en cursos, libros, apps de meditación y hasta en viajes de ayahuasca.
Sin importar dónde busques la felicidad, parece que se te escapa entre tus dedos y la emoción nunca te dura.
Tal vez ahora mismo estés en tu teléfono, con la cara fruncida, preguntándote “¿por qué no estoy feliz?”.
La raíz de nuestra infelicidad es precisamente nuestra obsesión con ser felices en todo momento.
El problema es que perseguimos la felicidad como una meta, en vez de que sea un resultado natural de vivir bien con significado y propósito.
Al tratar a la felicidad como una meta, tratamos al dolor y adversidad como algo negativo.
La sociedad ha creado miles de escudos contra el dolor: desde sustancias hasta entretenimiento para evitar sentir emociones dolorosas.
Buscamos evitar el malestar o sufrimiento a toda costa y esta aversión al dolor nos hace infelices.
La felicidad no es la ausencia de problemas, sino la habilidad de lidiar con ellos.
La vida está llena de adversidad. Si buscamos constantemente evitar el sufrimiento, nos convertimos en esclavos de nuestras propias emociones y expectativas.
La felicidad no se trata de eliminar los problemas, sino de encontrar un sentido y un propósito en medio de ellos.
Aprende a abrazar el sufrimiento como una oportunidad de crecimiento y evolución.
Cuando dejas de buscar la felicidad a toda costa, te sorprendes al descubrir que, paradójicamente, te vuelves más feliz.
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