Somos el animal más afortunado de la tierra: tenemos consciencia.
Lamentablemente, esa conciencia también tiene aspectos negativos:
somos conscientes de nuestros defectos y sombras (incluso imaginarias).
Esa consciencia muchas veces hace que nos odiemos o por lo menos, no nos amemos.
Esta tendencia a menospreciarnos afecta todas las áreas de nuestra vida, sobre todo nuestras relaciones.
Cuando no te valoras mucho, es muy difícil permitir que alguien te ame más de lo que tú te amas.
Tu amor propio es el tope de amor que vas a permitir recibir.
El cerebro odia la disonancia cognitiva.
Es muy difícil que nuestro cerebro mantenga dos ideas o creencias contrarias al mismo tiempo.
Si alguien demuestra más amor de lo que nosotros nos damos, el cerebro intentará confirmar inconscientemente por qué el amor de la otra persona no es real o está mal.
Al conocerse o al iniciar una relación es normal no sentirse suficiente y autosabotearse:
- te atraen personas que no están presentes o no demuestran mucha atención.
- dejas de responder sin razón aparente.
- te portas difícil o distante para poner a la persona a prueba y comprobar su cariño.
Este sentido de ser merecedores de amor, idealmente se tendría que dar en nuestra infancia.
Los niños pequeños y adolescentes necesitan varios años de sentirse amados sin razón alguna, solamente por ser ellos.
Sin una cantidad decente de amor propio, el amor de otra persona siempre se sentirá extraño.
Es algo a lo que no estamos acostumbrados y el cerebro no sabría cómo responder al dolor.
Para el cerebro es mejor regresar al dolor conocido, que arriesgarse a estar en una situación que no conoce y no sabe cómo sobrevivir si se presente el dolor.
No necesitamos amarnos al 100% y no necesitamos ser perfectos para recibir amor.
Solo necesitamos una relación sana con nuestros defectos.
Tener, sombras o errores es totalmente normal y merecemos amor aún así.
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