Ser amigo de todos puede parecer una virtud, pero como muchas cosas en la vida, el exceso tiene consecuencias negativas.
No es que la meta sea ser amigos de todos, pero lo que sucede es que hay una incapacidad por decir “no”.
No queremos decepcionar, no queremos desaprobación y queremos agradar, entonces no ponemos límites o adaptamos nuestros intereses dependiendo de las personas con las que estamos.
Cuando buscamos complacer o encajar con todos, sacrificamos nuestra propia identidad y valores.
Nos convertimos en una versión diluida de nosotros mismos, adaptándonos constantemente a los deseos o intereses de los demás.
Es muy común querer caer bien, ser aceptados y evitar conflicto.
Al buscar agradar a todos, a veces olvidamos un detalle crucial: nuestra propia autenticidad y bienestar.
Todas las personas tenemos personalidades e intereses diferentes.
No podemos ser amigos de todos y si tratamos de serlo, no estamos siendo sinceros con nosotros mismos.
Una amistad verdadera se basa en la autenticidad y respeto mutuo, no en la complacencia constante.
La amistad es honrar las diferencias también.
No es malo no ser amigos de todos. Puedes ser amable y empático con mucha gente, pero no con cualquiera pasas tu tiempo constantemente.
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